El ex-concejal de PODEMOS en el Ayuntamiento de Fraga escribe un nuevo artículo de opinión hablando sobre la sobre la residencia comarcal
Recuerdo que la primera vez que debatí sobre la residencia y su modelo (público o privado) fue en uno de mis primeros plenos de la legislatura pasada, allá por el año 2019. Teniendo en cuenta que, además, este ya es un debate que arrastramos en Fraga y en la comarca desde hace muchos años.
En ese momento, debatimos como si la residencia fuera a ser inminente y los bajocinqueños pudiéramos disfrutar de este servicio, tan necesario, de forma inmediata y no lo que és, en la realidad, un solar yermo totalmente abandonado lleno de rastrojos e incipiente basura.
Enseguida entendí que este proyecto se convertiría en la enésima arma política arrojadiza entre unos y otros. Ya sabéis, los de siempre y sus voceros necesarios.
Porque lo que parecía obvio y sencillo, es que dos administraciones colaboren para desarrollar un proyecto imprescindible para el bienestar de todos los habitantes del Bajo Cinca. Rápidamente se enquistó ya que fue usado como ariete por el Ayuntamiento, ante la pasividad de una comarca que nunca alzó la voz, para hacer la vieja política de siempre.
Siempre pensé que el debate no era si se tenía que entregar el solar urbanizado o no, o si que a la par, había que realizar el plano de la futura residencia, eso eran cuestiones técnicas.
El objetivo real, a mi modo de ver, fue atacarse con el fin claro de obtener un rédito político, embarrar el debate público y alejarlo de la demanda real y, a la postre, única que teníamos los habitantes del Bajo Cinca; que es la necesidad imperiosa de que esta residencia estuviera en marcha lo antes posible y a día de hoy pudiéramos disfrutar de sus servicios.
En consecuencia, después de unos cinco años de ese primer debate que tuve sobre la residencia. A día de hoy, es lo que antes describía: un solar. No en el sentido legal que nos quisieron vender. Sí, en el sentido que todos entendemos por un solar. Simplemente; tierra, piedras, hojas, matojos, árboles y ni un atisbo de saber cuándo podremos disfrutar de la residencia. Tampoco sabemos cuándo empezarán las obras, ni cuánto costará.
Ya que, al final mientras los políticos juegan al despiste y se tiran los proyectos a la cabeza de una institución a otra. La realidad es que nuestros abuelos no tienen una residencia pública en la comarca y, o bien tenemos que hacer una gran inversión para que estén bien cuidados, o tienen que irse lejos de nuestro pueblo, con todo el desarraigo que conlleva, para que puedan tener acceso a una residencia pública.