El consultor financiero Miguel Ángel Lacoma Cambra nos habla de la vuelta de Donald Trump a la presidencia de EEUU y su política arancelaria
Donald Trump ha vuelto. Y con él, su fijación por los aranceles. Ya lo vimos en su primera etapa, cuando decidió que la mejor manera de defender los intereses de su país era encarecer los productos extranjeros. Y ahora, con su regreso a la política, amenaza con hacer lo mismo, pero más fuerte y más rápido.
Ahora bien, tú, empresario del Bajo/Baix Cinca, que te levantas cada mañana para sacar adelante tu negocio, te preguntarás: ¿Qué tiene que ver esto conmigo?. Porque, al final, Estados Unidos nos queda un poco lejos y aquí lo que nos preocupa es vender nuestra fruta, nuestras piezas industriales o nuestros servicios lo mejor posible.
Pues resulta que sí, que nos afecta. Y mucho más de lo que parece.
Cuando EE.UU. estornuda, el mundo se resfría
Estados Unidos sigue siendo la primera potencia económica mundial y cualquier cambio en su política comercial tiene un efecto dominó. Si Trump impone aranceles a productos europeos (cosa bastante probable, viendo su historial), el mercado se desajusta. Lo que antes se exportaba con facilidad, ahora cuesta más y se hace menos competitivo.
Si las frutas del Bajo Cinca que van a Estados Unidos sufren un sobrecoste por los aranceles, ¿qué pasará? Fácil: perderemos competitividad frente a otros países que no tienen esa barrera comercial. Lo mismo con el sector industrial, que aunque no sea el más grande de la comarca, también depende de exportaciones indirectas.
Pero espera, que hay más.
La trampa de la guerra comercial
Porque no solo es que EE.UU. imponga aranceles. Europa, como buena economía global, no se va a quedar de brazos cruzados. Si Trump sube aranceles, la UE responderá haciendo lo mismo con productos estadounidenses. ¿Qué pasa entonces? Que el comercio se encarece, las empresas venden menos, y la incertidumbre hace que la inversión se frene.
Y cuando hay menos inversión, los proyectos se paran. Y cuando los proyectos se paran, las pequeñas y medianas empresas, que dependen de la estabilidad del mercado, lo notan antes que nadie.
El efecto en los insumos: pagar más por lo mismo
Muchos negocios en el Bajo Cinca dependen de maquinaria, tecnología y materias primas que, en parte, vienen del exterior. Si los aranceles afectan a productos clave (fertilizantes, componentes electrónicos, maquinaria agrícola…), los costes subirán.
El problema es que, nuestro tejido empresarial tienen poco margen para absorber estos aumentos. ¿La solución? O bien trasladar el coste al cliente (difícil en mercados con competencia feroz) o bien apretar los márgenes hasta niveles peligrosos.
En otras palabras, o vendes más caro y arriesgas clientes, o te comes el sobrecoste y reduces beneficios.
Entonces, ¿qué hacer?
La clave aquí es la diversificación. Si Trump impone barreras comerciales, hay que buscar mercados alternativos donde colocar nuestros productos. Recordemos cómo nos fue hace no demasiados años con el veto de Rusia a las frutas de España…
También es momento de revisar la estructura de costes. Si los costes suben, toca buscar proveedores más eficientes o repensar la cadena de valor. Las PYMEs no pueden permitirse el lujo de esperar a ver qué pasa.
Porque una cosa está clara: la política arancelaria de Trump no es solo un problema de EE.UU. Lo que se decide en Washington afecta hasta al último rincón de la comarca. Y si no nos preparamos, nos puede pillar con el pie cambiado.
Y quiera Dios que todo termine aquí, porque un viejo refrán dice que cuando las mercancías no atraviesan las fronteras, terminan haciéndolo los soldados. O los misiles diríamos ahora.